Han pasado más de 40 años desde que la Organización Mundial de la Salud anunció la erradicación de una enfermedad que mató a cientos de millones de personas solamente en el siglo XX y que aparentemente destruyó civilizaciones enteras en el nuevo mundo.
Soy el hombre más afortunado del planeta. He tenido el privilegio de ver el último caso de viruela del mundo.
Epidemiólogo, miembro del programa de erradicación de la viruela.
La viruela aterrorizó a la humanidad durante miles de años. Hay casos documentados de víctimas de esta enfermedad que se remontan a más de 3000 años, entre ellos Ramsés V, faraón de Egipto. No obstante, nuevos estudios indican que el virus de la viruela, en su forma actual, tiene menos de 500 años.
El virus de la viruela se introduce en el cuerpo mediante la inhalación y tiene un período de incubación de 7 a 17 días. Durante este período, infecta las células del sistema respiratorio y los ganglios linfáticos. Aproximadamente dos semanas después de la infección, las células infectadas empiezan a desintegrarse y los virus se liberan y penetran en el sistema circulatorio, infectando órganos como el bazo, los ganglios linfáticos y la médula ósea.
En esta etapa aparecen síntomas parecidos a los de la gripe, como fiebre y dolores musculares. Luego los infectados presentan náuseas, vómitos y dolores de espalda. En esta etapa, el virus empieza a atacar las células de la piel y, pasados unos días, aparecen los famosos síntomas de la enfermedad: pústulas en todo el cuerpo. Un 70% a 75 % de los pacientes tendrán suerte y la enfermedad les dejará únicamente cicatrices de por vida. El resto morirán debido a una reacción excesiva del sistema inmunológico, a la pérdida de líquidos y electrolitos, o a una disfunción orgánica múltiple, eso sin mencionar las cepas más virulentas del virus.
La viruela provocó entre 300 y 500 millones de víctimas mortales solamente en el siglo XX, y hay quienes consideran que esta enfermedad causó la caída de los aztecas, incas y otras civilizaciones durante las conquistas coloniales de Norteamérica y Sudamérica. Es, sin duda alguna, una de las enfermedades más mortíferas de la historia.
Invención de la vacuna
La exposición al virus de la viruela o algún virus similar como tratamiento preventivo de la enfermedad no es nada nuevo. Hay testimonios de tratamientos parecidos a las vacunas que datan del siglo X en China, donde tomaban los fluidos secretados en las llagas de las personas infectadas durante la etapa de recuperación e infectaban a otras personas con dicho líquido. Este tipo de tratamientos aparece a lo largo de la historia en diversas culturas, pero apenas a fines del siglo XVIII fueron probadas en un experimento que, por razones éticas, probablemente no se autorizaría hoy en día. En 1796, el médico británico Edward Jenner infectó a James Phipps, el hijo de su jardinero, con la viruela bovina, una enfermedad del ganado vacuno que Jenner sospechaba desde hacía tiempo que podría inmunizar contra la viruela. Dos meses más tarde, infectó al niño con viruela y, para alegría de todos, el niño no desarrolló la enfermedad. Al principio, la comunidad científica reaccionó ante el nuevo y extraño tratamiento con escepticismo y sarcasmo, pero, a lo largo de los años, se acumularon más evidencias de la eficiencia del tratamiento, que fueron validadas por los estudios de Louis Pasteur sobre la vacuna contra la rabia. Ese fue el pistoletazo de salida de la carrera para erradicar la viruela. Durante los dos siglos siguientes, las vacunas mejoraron progresivamente y se difundieron por todo el mundo como tratamiento preventivo. El trabajo de Jenner quedó inmortalizado en el término médico “vacuna”, que proviene de la palabra vacca en latín, origen de la palabra ‘vaca’.
Al principio, la inoculación de la vacuna consistía en recoger fluido de las pústulas de niños vacunados contra la viruela bovina y aplicarlo sobre rasguños en la piel de niños sin vacunar realizados con una cuchilla que, por supuesto, no se limpiaba. Era una vacuna primitiva, con el consiguiente riesgo de infecciones que a veces conducían a la muerte. Muchos padres tenían que enfrentarse a la disyuntiva de elegir entre el riesgo de que su hijo se infectase con una enfermedad mortal o la posibilidad de que muriera debido a una infección de la herida. A principios del siglo XX, al tomar conciencia de la importancia de la higiene, se redujo la cantidad de infecciones y al mismo tiempo se desarrollaron vacunas más eficientes.
A principios de los años cincuenta, la viruela fue erradicada en Europa y Norteamérica, y en 1959 se comenzó a debatir un programa mundial de vacunación para erradicar la enfermedad que seguía prevalente en Sudamérica, Asia y África. En teoría, era factible, ya que el virus solo ataca a los seres humanos, así que, si conseguían llegar a una situación en la que no hubiera más enfermos o portadores de la enfermedad y el porcentaje de personas inmunes fuera lo suficientemente elevado, el virus no podría propagarse. Desafortunadamente, no se llevó a cabo, principalmente por falta de fondos.
Certificación de que la viruela ha sido erradicada en todo el mundo. Declaración de los miembros de la Comisión Mundial para la Certificación de la Erradicación de la Viruela.
Los últimos pacientes
En 1966, la Asamblea Mundial de la Salud asignó un presupuesto especial para erradicar la viruela del mundo, emprendiendo así una de las iniciativas de salud más ambiciosas de la historia de la humanidad. En pocos años, se redujo significativamente la morbilidad de la viruela. La idea era simple: identificar la enfermedad por los síntomas usuales e inocular a todas las personas del entorno del paciente para impedir futuras infecciones. Las personas que llevaron a cabo el proyecto fueron de una aldea a otra, con fotografías de niños enfermos, identificando a los infectados y a los portadores de la enfermedad.
En 1975 fue identificada la última portadora de la cepa más mortífera de la enfermedad (Variola major): Rahima Banu, una niña de tres años de una pequeña aldea de Bangladesh, que quedó en aislamiento hasta que superó la fase contagiosa, al tiempo que se administraban vacunas contra la enfermedad a todas las personas que se encontraban en un radio de 2.5 km del domicilio de la niña. Dos años más tarde, un cocinero de un hospital de Somalia, Ali Maow Maalin, fue el último portador de la cepa menos mortífera de la enfermedad (Variola minor). En 1978, la enfermedad se cobró su última víctima, Janet Parker, una fotógrafa médica de la Universidad de Birmingham que trabajaba en un hospital justo encima del laboratorio de microbiología. Pudo infectarse con una cepa de laboratorio a través del sistema de ventilación del hospital o durante una de sus visitas al laboratorio.
El 8 de mayo de 1980, casi dos siglos después de los experimentos de Jenner, la OMS declaró la erradicación de la viruela. “Teniendo en cuenta la marcha y los resultados del programa mundial de erradicación de la viruela iniciado por la OMS en 1958 e intensificado desde 1967…Declara solemnemente que el mundo y todos sus habitantes han conseguido liberarse de la viruela, enfermedad sumamente devastadora que ha asolado en forma epidémica numerosos países desde los tiempos más remotos, dejando un rastro de muerte, ceguera y desfiguración, y que hace tan solo un decenio abundaba en África, Asia y América del Sur.”
Existen muestras del virus de la viruela que aún se conservan en laboratorios gubernamentales estrictamente controlados en los Estados Unidos y Rusia, con fines de investigación, a pesar de las recomendaciones de las organizaciones de salud de destruirlas. Se sospecha que podría haber otros países que conservan tales muestras sin el consentimiento de la OMS. Otros países mantienen amplias reservas de vacunas en caso de que la enfermedad reaparezca, a pesar de que la probabilidad de un brote natural es ínfima.
Hoy en día hay otras enfermedades en las cuales se centran las autoridades mundiales de la salud, como la poliomielitis y el sarampión. Esperemos que, en pocos años, estas también sean un mal recuerdo lejano de una enfermedad que ya no nos puede perjudicar.
Dr. Erez Gerty